martes, 29 de enero de 2013

Andrés Caicedo vive ... . El País, Cali, Enero 28, 2013

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Andrés Caicedo
 vive ... 

Los escritores del Hay Festival que fueron influenciados por Andrés Caicedo

El País, Cali, Enero 28, 2013. Impreso y virtual
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Tomada de: EL PAÍS, impreso en la red.
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En EL País .com 

Los escritores del Hay Festival que fueron influenciados por Andrés Caicedo
Más de 30 años después de la muerte de Andrés Caicedo, tres autores revelaron en Hay Festival cómo los influyó ‘Que viva la música’.
Por: Lucy Lorena Libreros, enviada especial de El País Lunes, Enero 28, 2013

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En la primera página


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viernes, 25 de enero de 2013

LA VERDADERA HISTORIA DE LA SALSA. Medardo Arias Satizábal. Presentación del libro. Por Darío Henao Restrepo

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y su  autorización para publicarlo y compartirlo (enetecearlo
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ESAS  MELODÍAS  EN  QUE  NOS  MECEMOS

Texto leído como presentación del libro
LA VERDADERA HISTORIA DE LA SALSA del escritor Medardo Arias.
Evento llevado a cabo en el Centro Cultural de Cali el jueves 24 de enero de 2013.


Darío Henao Restrepo ( 1 )
Decano Facultad de Humanidades
Universidad del Valle



    Me complace y le  acepté a Medardo  su gentil invitación para presentar este libro, debo confesarlo, porque me cogió en caliente, esto es, por ser la música parte esencial de todo el universo cultural, histórico, artístico y literario del cual me vengo ocupando en los últimos años – el doctorado en Historias, Sociedades y Culturas Afro-Latinoamericanas de la Facultad de Humanidades, el Centro Virtual Isaacs como proyecto de recuperación de la Memoria cultural del Pacífico colombiano y en el programa de televisión Conversan Dos y el sinnúmero de entrevistas con nuestros músicos -  lo que me ha llevado a muchas lecturas y experiencias, todas muy próximas de los temas que nos trae Medardo en La verdadera historia de la salsa. Como en su libro anterior, Palabra Afroamericana,  dedicado a las obras literarias de las Américas en la cual se da cuenta de todo el legado y los aportes de los negros en nuestras sociedades, en este Medardo vuelve al género del ensayo para ocuparse de todas las vertientes musicales afrocaribeñas, en especial la cubana y la puertorriqueña,  que configuraron lo que se conoce como la salsa, esa denominación que tanto molestaba al gran Tito Puente. Para el rey del timbal la salsa no era un género musical y señalaba “lo que llaman salsa  lo he tocado desde hace muchísimos años: se llama mambo, guaracha, chachachá, guaguancó. Todo es música cubana. La salsa se come, no se oye, se baila.”  Lo que Medardo hace es poner en su punto este movimiento musical, que diferencias aparte y variedad de interpretaciones, ya tiene su lugar en el mundo como el jazz, el rock, el tango o el samba. Vale un aquí una cita que resume la perspectiva del libro:

(…) aunque Cuba dio las claves rítmicas, fueron los músicos puertorriqueños afincados en Nueva York, los que permitieron, junto a la bomba y la plena, y la apropiación particular –“neoyorriqueñamente” caracterizada- del sonido cubano, la fragua de la salsa. (p.40)

Y más, Medardo precisa un mítico club de baile en Nueva York como el epicentro del surgimiento de esta fusión de músicas afrocaribeñas:

Músicos tales como Tito Puente, Jhonny Pacheco, Eddie y Charlie Palmieri, Bobby Valentín, Pete Rodríguez, Ricardo Richie Ray, Willie Colón, Ray Barreto, Joe Bataan,Rafael Ithier, Kike y Pappo Lucca, Roberto Roena, Reinaldo Jorge, Milton Cardona, Manny Oquendo, recogieron el legado de los días febriles del “Palladium Ballroom”, el club de Manhattan que cerró sus puertas a mediados de los 60, para “cocinar”, en la capital del mundo, lo que hoy se conoce como “salsa”. (p. 42)

Y puntualiza:

Este ritmo que es hijo de tantas razas. Pertenece por igual a Cuba, a Nueva York, a Puerto Rico, a Barlovento, a Buenaventura, a Cali, o a Quibdó, a orillas del río Atrato. (P.45)

El núcleo social de goce y disfrute de las músicas de la salsa siempre fue el barrio, sus salones de baile, universo alimentado por la radio y las casas disqueras. No es el momento, pero al menos vale señalar que para completar su estudio es preciso contemplar la historia del baile, de sus bailadores, el papel de la radio y la producción discográfica. Las investigaciones del profesor Alejandro Ulloa han aportado mucho sobre el papel del barrio, empezando por el Harlem Hispano y el South Bronx en Nueva York, albergue de los inmigrantes latinos. Esto, por supuesto, acompañado de los estudios de los musicólogos que ayudan a explicarla en sus aspectos rítmicos, melódicos, armónicos e instrumentales. Y por supuesto de la dimensión sociológica y antropológica para entender su papel en nuestras comunidades.

    En mi reciente visita a  Puerto Rico tuve la oportunidad de visitar los barrios de Rafael Cortijo, Ismael Rivera, Daniel Santos, Cheo Feliciano y Tite Curet Alonso: Santurce, Llorens Torres, Trastalleres, Villa Palmera, Loíza y La Perla, lugares de mayoría afroborinqueña, también visitados por Medardo cuando realizó su investigación para escribir estas crónicas que le valieron el premio nacional de periodismo Simón Bolívar en 1982. Estos recorridos los hice ciceroneado por  mi amigo el musicólogo boricua Ángel Quintero, con quien fui a visitar al cubano Cristóbal Díaz Ayala, a sus 83 años uno de los más grandes investigadores de la música del Caribe.  También compartí en el Festival de La Palabra con los más destacados escritores de Puerto Rico, muchas de cuyas novelas están atravesadas por la música, me refiero a Luis Rafael Sánchez con  La guaracha del macho Camacho y La importancia de llamarse Daniel Santos; a Edgardo Rodriguez Juliá con El entierro de Cotijo y a Mayra Santos con Sirena selene vestida de penas y Medicina Tropical; autores que tienen entre nosotros pares como Andrés Caicedo con Viva la música, Umberto Valverde con  Bomba Camará y Reina rumba, Óscar Collazos con Son de máquina, Fernando Cruz Kronfly con La caravana de Gardel,  Fabio Martinez con  El tumbao de Bethoven  y  Medardo Arias con  Jazz para difuntos y Que es un soplo la vida. Todo esto estuvo animado por realidades histórico-culturales que tenemos que ahondar y comprender: las profundas relaciones de Cali y el Pacífico con el Caribe. Con este propósito invitamos a todos estos artistas e intelectuales a la Feria del Libro Pacífico, que tendrá este año a Puerto Rico como país invitado, y cuyo tema será la Música y la Literatura y se le rendirá homenaje a Richie Ray y Bobby Cruz y a la música de la Isla del encanto que tanto queremos en Cali, en Buenaventura, en Quibdó o en Tumaco, para no hablar de otras tantas ciudades de Colombia. Será una excelente oportunidad para que nuestros músicos, investigadores y escritores entablen un fructífero diálogo sobre estos temas tan importantes para la cultura de esta ciudad y el Pacífico colombiano.

    Hay en todo esto que he mencionado un universo de expresiones artísticas de suma importancia para la cultura de Cali por lo que representa esta ciudad como espacio de confluencias del Pacífico colombiano y con tan hondas conexiones con el Caribe. Asunto que necesita ser profundizado si queremos darle norte y proyección a nuestra cultura en el mundo. Enhorabuena llega este libro de Medardo sobre la salsa, pues sus indagaciones se complementan con las que hiciera en el dedicado a  la literatura. El tratamiento de estos asuntos en la pluma de su autor alcanzan la dimensión reflexiva que ameritan como objetos de conocimiento fundamentales para nuestra cultura. Vale en esta dimensión destacar que entre ambos libros existen vasos comunicantes que llaman la atención sobre una característica: la Literatura y la Música, su entrecruzamiento,  hacen parte de  la configuración de las identidades urbanas de muchas ciudades de este continente, en particular la de Cali, una ciudad mulata y mestiza caracterizada por beber y apreciar  las diversas tradiciones musicales que en ella se han aclimatado. Fenómeno que en el campo de la música ha sido fértil para la conformación de sus propias sonoridades, acompasadas con sus movimientos urbanos y sus diálogos con otros ámbitos. Muy bien ubica Medardo, como fruto de estos procesos, la aparición del maestro Jairo Varela y el Grupo Niche. Esta música la define

“como una afortunada fusión entre el bambuco viejo, el berejú, el patacoré, la jota chocoana y los alabaos, con los ritmos de las Antillas.” (p.262)

   Mucho ritmo, mucho swing y mucha poesía animan los análisis y reflexiones de  esta verdadera historia de la salsa escrita por  Medardo. Como lo dije del libro Cuerpo y Cultura. Las músicas “mulatas” y la subversión del baile, de Ángel Quintero, este libro también nos brinda la posibilidad de disfrutar su lectura cantando y bailando. Ayudado de mi Ipad y el acceso a la infinita discoteca de You Tube pude recrear toda la memoria de las músicas aludidas en el libro,  tararear con un sabrosón baile de silla muchas canciones, y más aún, reflexionar sobre el significado para nuestra cultura de temas, menciono al azar, como El son de la Ma Teodora de Teodora Ginés,  Lamento borincano de Rafael Hernández, Sin negro no hay guaguancó de Tite Curet Alonso, Déjala que suba de Ismael Rivera, Menéame la cuna Ramón de Ñico Saquito, Son de la loma de Miguel Matamoros, Échale salsita de Ignacio Piñero o Zafra de Richie Ray, una lista interminable. Destaco esto porque es lo que con trazos y pinceladas poéticas hace Medardo en este vasto recorrido por la genealogía de la salsa, remontándonos a los tambores traídos por los esclavos africanos y todo lo que en su resistencia y lucha por la libertad forjaron en el Nuevo Mundo. Qué viva changó, señores reza el estribillo de la canción de Celina bailada en todas nuestras fiestas. Referencia que alude a un contenido de fondo: la presencia de la religiosidad afrocaribeña y todo su santoral, muchas veces sincretizado con el santoral católico. Aspecto que Medardo señala en muchas de las canciones, e inclusive, en las prácticas y devociones de los músicos con los dioses africanos.

   La salsa como mezcla de tantas corrientes musicales no se podría explicar sin el tambor como instrumento central de la vertiente afroamericana. Esa lejana África que acá llegó con la infame trata de esclavos, en buena parte explica nuestra particular manera de ser, de sentir y de expresarnos, que hoy nos distingue y nos relaciona con la extraordinaria complejidad  y multiplicidad del mundo en el cual vivimos. Esto lo recuerda la canción del Tite Curet Alonso, Primoroso cantar, interpretada por el Pete “El Conde” Rodríguez con la Orquesta de Johnny Pacheco:

“Primoroso cantar
que comenzó en un barracón
cuando mi gente llegó
del África lejana
trayendo un tambor”

    A esa vasta genealogía de ancestros africanos están filiados los sones de esta ciudad, ellos son la oculta compañía que todos llevamos por dentro. Asomarnos a la ventana de la memoria vivida en sus calles y en sus barrios es imposible no asociarlo  con el río de  melodías que han acompañado su devenir colectivo y  la condición alegre, abierta y sandunguera de sus gentes. Sin duda este es el asunto de fondo tratado en el libro de Medardo, La verdadera historia de la salsa. La historia de esas músicas que con el nombre de salsa forjaron una poderosa expresión de los latinos en Nueva York con inmediata repercusión en los países de origen y en el mundo. Cubanos y Puertorriqueños, los que más, pero también dominicanos, panameños, colombianos, venezolanos, mexicanos y peruanos, contribuyeron e hicieron suya esta expresión de identidad y afirmación en su condición de emigrantes en las grandes metrópolis norteamericanas. Como apunta Alejandro Ulloa en La salsa en discusión, en este circuito migratorio se cocina la salsa, como producto de una población semi-nómada en tránsito permanente entre su tierra natal y el exilio. (p.78)

    El libro nos brinda un vasto, panorama de las sonoridades de nuestras músicas mulatas y la subversión del baile, como denomina el musicólogo Ángel Quintero a la  inseparable relación que se vive entre el cuerpo y la música en nuestras sociedades. Esas músicas “mulatas” han provocado las delicias del cuerpo, los encuentros amorosos, la amistad, la solidaridad, la alegría y el humor, el dolor y la tristeza, en fin, esas simples épicas que llenan la vida de la gente. La salsa, entonces, según Medardo,  tiene todos nuestros defectos y virtudes. Es como una muchacha limpia, apenas bañada, llevándonos al mundo de la fragancia, prometiéndonos agua de regaliz; en ese aroma nos mecemos. ¡Qué gran perfume!

Muchos ritmos, melodías e ideas han bullido por dentro al leer esta historia que nos regala Medardo, con certeza eso acontecerá con todos ustedes. Este sentimiento me lleva a expresarle que de ahí devienen mis afinidades intelectuales con su obra desde que leí su poemario Luces de Navegación, sus novelas Jazz para difuntos y Que es un soplo la vida, hasta Palabra Afroamericana, ese valioso libro de ensayos ya mencionado, al que tuve la honra de presentar el año pasado. Para la cultura de la región Pacífico y de Cali como su epicentro, contar con la obra de Medardo Arias, este hijo de Buenaventura recalado en Cali, constituye un punto alto de reflexión, conocimiento y  expresión estética, en momentos en los cuales esta ciudad y esta región necesita de nuevos rumbos y para lo cual el aporte de sus artistas e intelectuales debe ser un referente para sus gobernantes y ciudadanos.

   Dos cosas quiero destacar por lo que a partir de ellas se puede adelantar. La primera, el club Bronx Casino de Nueva York, propiedad de un cubano de apellido Macera, según  cuenta Eddy Palmieri, un lugar frecuentado por los marinos de la Flota Mercante de Colombia, muchos de ellos traían esa música a Buenavetura, en el caso del Pacífico, y a Barranquilla y Cartagena, en el caso del Caribe. Así como los marinos caribeños que venían en los barcos de la Graceline. Del bello puerto cantado por Petronio y Peregollo se irradiaba a Cali, y lo destacó porque es un capitulo que está por escribirse, el de la música en Buenaventura y sus relaciones con Cali.  La segunda, es el amoroso homenaje que Medardo le rinde en el capítulo final a su compañera, la musicóloga Lise Waxer, quien dedicó su investigación a la influencia de los ritmos antillanos y se vivió un par de años en Cali. De ese periplo quedaron muchas cosas y un libro, La ciudad de la memoria musical, apenas publicado en inglés, y que valdría la pena su traducción y publicación entre nosotros. Todo esto contribuiría a la importante bibliografía sobre la música popular en Cali, que ya cuenta con libros como La historia de la salsa en Cali, La Salsa en discusión y la multimedia de la salsa de Alejandro Ulloa, los innumerables textos de Gary Dominguez – El cuaderno Latino de la Salsa y sus audiciones de La taberna Latina– y los de Orlando Montenegro en la revista Melómanos documentos, los libros de Pablo del Valle El son es universal y Arsenio Rodriguez,  los libros de Umberto Valverde sobre la Sonora Matancera, Celia Cruz, las orquestas femeninas- Abran paso - , y su más reciente, Jairo Varela. Que todo el mundo te cante, cuyo original he leído por gentileza de Umberto, libro que todos los caleños podrán leer y coleccionar en 20 entregas todos los domingos a partir de este 27 de enero en el diario El País.

  Una vez leída esta historia de la salsa, que hoy nos entrega Medardo, tan bien documentada, al mismo tiempo que disfrutada, pensada y poetizada, puedo asegurarles que el viaje por las páginas del libro es como asistir a una fiesta, guateque, rumba, aguaelulo, bailongo, entre tantos nombres habidos para nombrar este ritual danzario, en la cual todo el repertorio musical resulta entrañable, familiar e íntimo, quizás, porque como decía Alejo Carpentier, tanto en la literatura como en la música, a los latinoamericanos nos hermana ese “aire de familia” fruto de compartir las mismas vertientes que nos constituyen.

Al final dan ganas de rumbantela, de salir a buscar la melodía en este Cali pachanguero.

Muchas gracias.
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NTC ... ENLACES

Seguimientos:  1 de Enero de 2013. 
http://ntc-narrativa.blogspot.com/2012_12_28_archive.html

Medardo Arias Satizábal presentó  su nuevo libro  "La verdadera historia de la salsa" 
en la Tertulia Médica del Pacífico No. 109, el 1 de Enero de 2013. 
VIDEO de la intervención: http://www.youtube.com/watch?v=4ph__GgII2A
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lunes, 14 de enero de 2013

Reduccionismos. Por German Patiño. El País, Cali, Enero 14, 2013. "Visiones de Cali".

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Los textos aquí publicados hacen parte de
Por Germán Patiño
NTC ... Compilación (20 páginas)
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Reduccionismos
Al Margen. Por German Patiño
German Patiño
Uno esperaría que si los investigadores de la Universidad del Valle se ocupan del desarrollo de las artes en Cali durante el Siglo XX, el resultado será un panorama equilibrado, exhaustivo y crítico, en otras palabras, una indagación a fondo sobre aquello por lo que se pregunta.

Nadie espera, por ejemplo, que el estudio de la historia del movimiento teatral en Cali termine limitado a una obra propagandística sobre la trayectoria del Teatro Experimental de Cali (TEC), y menos en una pieza laudatoria de la vida y obra de Enrique Buenaventura. Así se trate de una personalidad notable en su campo, la interpretación histórica que cae en el ‘culto a la personalidad’ es más propia de las historias tradicionales decimonónicas o de los textos de propaganda stalinista.

Lo mismo sucede cuando se reduce la trayectoria de esa vanguardia artística agrupada en el grupo ‘El Taller’, al que pertenecieron Hernando y Lucy Tejada, Jan Barstelman, María Thereza Negreiros, Tiberio Vanegas y Alberto Gutiérrez, un colectivo que es fundamental para comprender el acceso de Cali a las expresiones del arte moderno, a lo hecho por Lucy Tejada, con todo y lo meritorio que pueda ser. Tampoco se puede explicar el surgimiento y desarrollo de La Tertulia sin las ejecutorias de esa vanguardia artística.

Igual pasa cuando se investiga sobre las publicaciones periódicas de carácter literario y artístico. Allí hay olvidos de carácter lamentable. Por ejemplo, se desconoce la labor de la revista ‘Metáfora’, que fue la única en el conjunto de las analizadas que obtuvo una beca nacional de Colcultura y se pasa por alto a ‘Cespedecia’, la revista del Inciva, de gran valor, en especial cuando estuvo bajo la dirección de Víctor Manuel Patiño. También, aunque no comparta la forma de escribir historia de los miembros de la Academia de Historia del Valle, no se puede omitir el estudio del Boletín de Historia y Antigüedades, sobre todo en su primer período, cuando publicaban en él autores como Gustavo Arboleda, el padre Zawadski, Demetrio García y Diógenes Piedrahita. Y resulta el colmo que no haya una sola mención a ‘La Palabra’, de la propia Universidad del Valle.

Así estos temas quedan pendientes para nuevos investigadores, también llaman la atención sobre los directores de colectáneas para que sean más rigurosos a la hora de aprobar los textos que se van a publicar. Me pregunto: ¿Fueron sometidos, cada uno de los ensayos enviados, a la lectura de al menos dos investigadores independientes, antes de ser publicados?

Pese a ello, pone el foco sobre asuntos que deben ser mejor tratados por la academia y aviva la discusión sobre otros que siempre han estado en controversia. Por ejemplo: ¿Es la creación colectiva un método progresivo en la historia del teatro, o se trata de una regresión frente a la dramaturgia de autor que ha hecho invaluables aportes al teatro universal? ¿Aceptar la idea leninista de que el arte debe ser “rueda y tornillo de la revolución”, no implica un atropello contra la libertad de expresión y contra el propio arte?

¿Cuál es la idea de cultura que se encuentra en las investigaciones sobre historia de la cultura? O mejor, ¿cuáles son los elementos esenciales de la cultura que deben ser objeto de cuidadosa indagación?

Y más aún, ¿cuál es la relación entre economía, política y cultura? ¿Y cómo ha sido esa relación en el desarrollo de Cali?
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COLUMNAS ANTERIORES.

Lecturas de Navidad

Por Germán Patiño.
German Patiño

Recibí, como un buen regalo de Navidad, la colección Historia de Cali-siglo XX’, editada por la Universidad del Valle y bajo la responsabilidad de Gilberto Loaiza, como director del proyecto. Una obra en tres volúmenes impecablemente editados por el Programa Editorial de la Facultad de Humanidades.

Sin duda un aporte más a la comprensión de nuestra historia regional y local, en un esfuerzo que ya es tradición de la más importante de nuestras universidades. Recuerdo que se inició con la publicación de la ‘Historia de Cali en la Colonia’, también en tres volúmenes, a cargo del historiador Gustavo Arboleda, siendo rector don Mario Carvajal. Esa obra pionera, que puede considerarse un buen resumen de las actas capitulares existentes en el Archivo Histórico de Cali, causó amplio impacto y aún es texto de referencia para quienes quieran conocer el pasado varias veces centenario de Cali.

Luego, hacia 1983, la Universidad del Valle y el banco Popular publicaron en cuatro volúmenes la obra ‘Sociedad y Economía en el Valle del Cauca’, con aportes notables de Germán Colmenares, Zamira Díaz, José Escorcia y Iosé Manuel Rojas. Esta colectánea, que fue considerada como un modelo de historiaregional en el país, rompe definitivamente con los modelos decimonónicos de las historias patria elaboradas por las Academias de Historia, y abre nuevos horizontes para las sucesivas generaciones de historiadores profesionales. Desde entonces la historia del Valle y de Cali es otra cosa, no está al servicio de los líderes políticos de turno, ni de banderías partidistas y mucho menos de grupos sociales privilegiados.

Posteriormente, con motivo de los 450 años de la fundación de Cali, se publicó un tomo conmemoratorio con notables aportes de académicos de la universidad del Valle, en el que causó fuerte impacto el ensayo de José Antonio Ocampo sobre las causas del desarrollo de Cali y el Valle a comienzos del siglo XX, relacionadas con la producción y exportación de café, la construcción del ferrocarril del Pacífico y la apertura del canal de Panamá. La tesis central de aquel ensayo todavía sigue siendo un paradigma, que es reiterado por varios de los autores de la colectánea que comento, sobre todo en su tomo I.

También publicó la Universidad, en el 2001 el notable trabajo de Edgar Vásquez Benitez titulado ‘Historia de Cali en el siglo XX’, que se ha convertido en fuente de obligada consulta para las nuevas generaciones, y quien trae un nuevo ensayo en el tomo III de la obra colectiva que ahora se nos entrega.

Apenas he leído el primer tomo y todavía es temprano para decir si este nuevo esfuerzo está a la altura de sus relevantes antecedentes. Pero deja un buen sabor de boca, con muy destacados textos de Jacques Aprile, Fernando Urrea, Carlos Mejía y Benjamín Barney Caldas. Ellos superan las limitaciones de la ‘prosa académica’ que es especialmente árida y nos hacen entender que la historia es interpretación y no mera descripción o narración de hechos que se suponen ‘destacados’.

Creo que la lectura de los tres tomos de esta colectánea será una buena ocupación en navidad y cabo de año. Se la recomiendo a mis lectores, con los mejores deseos de una muy feliz Navidad.
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De la historia de Cali

Por Germán Patiño.

EL PAIS .com Enero 06 de 2013 - 23:42. http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/german-patino/historia-cali. Impreso, Ene 7. 

No sin esfuerzo, pude terminar los tres tomos de la Historia de Cali en el siglo XX’, publicados por la Universidad del Valle y a cargo de la facultad de Humanidades * .

Digo no sin esfuerzo, porque luego de la esperanza que me despertó la lectura del primer volumen, sufrí fuerte desilusión en el segundo y casi pena en el tercero, aunque su remate sea un muy buen ensayo de Luis Carlos Castillo.

Comprendo que una obra de estos alcances, con tan gran cantidad de colaboradores, tenga el pecado de la desigualdad, tanto en la calidad de la investigación como en la prosa. Pero me parece inaceptable que los autores del segundo tomo, que trata del jugoso tema de la política, se hayan casi que limitado al análisis de la mecánica electoral, desconociendo todo el trasfondo económico de las diversas posiciones políticas, lo mismo que los respectivos conflictos de intereses. Ya esto lo anotó Óscar López con toda razón.

Pero, sobre todo, porque nos quedaron debiendo una buena investigación y exposición de los hechos del período de la violencia liberal-conservadora, y el papel en ella de algunas instituciones del Estado como el tristemente célebre SIC. Sabemos, por aproximaciones previas, que aquel fue un período decisivo, tanto en la conformación política de los municipios vallecaucanos, como en el desarrollo y crecimiento de Cali. También que se modificó el mapa de la propiedad rural y se generaron algunas fortunas ligadas al poder hacendatario. Sigue siendo un tema pendiente de la academia universitaria.

También recibí con sorpresa los análisis realizados con motivo de la creación del departamento del Valle y el papel de Cali en aquellos acontecimientos. Los autores que mencionan el asunto se olvidaron, o no conocen una cuestión fundamental: las reformas al régimen departamental, iniciadas por Rafael Reyes tenían como propósito principal debilitar al Cauca y a Bolívar, las dos enormes regiones que le hacían contrapeso a Santafé de Bogotá desde la época colonial, sin lo cual el país no podía ser centralizado alrededor de la capital de la república. Las elites bogotanas aprovecharon hábilmente los sentimientos de autonomía provincial existentes en los dos grandes departamentos.

Tampoco encontré interpretación de la postura política de la dirigencia caleña y vallecaucana en coyunturas claves como la separación de Panamá -mentada por Jacques Aprile en el tomo 1-, la propia violencia liberal-conservadora, el desmonte del Ferrocarril del Pacífico, la captura clientelista de instituciones esenciales como Empresas Municipales de Cali, la usurpación de propiedades públicas por parte de constructores privados o el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Más cerca, la ‘apertura económica’ de César Gaviria.

El tomo 3, con ya dicha excepción del ensayo de Luis Carlos Castillo, duele por el sesgo ideológico de los autores, empeñados en glorificar a los militantes y amigos del Partido Comunista en Cali en casi todos los aspectos de la cultura. De allí que omita la historia literaria de la ciudad, en la que poco hay que decir de aquellos ‘compañeros de viaje’.

No es el caso de Castillo, ni de María Victoria Casas o Manuel Sevillano, aunque ellos saben que tienen una deuda con la historia de la música popular en la ciudad.

En fin, un esfuerzo intelectual que está por debajo de los precedentes sentados por la propia Universidad del Valle.
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